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El ritmo narrativo y el uso de la elipsis

EL RITMO NARRATIVO Y EL USO DE LA ELIPSIS ¿Qué nos ocurre a veces con una novela? ¿Tal vez que nos dormimos, o que nos aburrimos, o…? En general, cualquiera de las cuestiones que tienen que ver con una bajada de la tensión narrativa están asociadas al ritmo narrativo. En esos casos, el ritmo se vuelve oscilante y poco estable. Ritmo hace referencia a distintos conceptos: ritmo de la historia, musical, ritmo cardíaco, ritmo de juego, ritmo de la historia contada… o expresiones como a buen ritmo, con buen ritmo, rítmicamente, etc. RAE: grata y armoniosa combinación de voces, cláusulas, pausas y cortes en el lenguaje poético y prosaico. En un sentido figurado: como orden acompasado en la sucesión de las cosas. En música: proporción guardada entre el tiempo y otro diferente. Todas las definiciones valen para expresar lo que queremos decir: grata combinación, orden acompasado, armonía, proporción. Nos centraremos en el ritmo del lenguaje, más en concreto en el de la narrativa. De hecho, el concepto del ritmo está más asociado a la poesía. Esta aprovecha mejor la sonoridad de las palabras y sus combinaciones. No obstante, también puede hallarse un ritmo en la prosa de ficción, tal vez de muy distinta naturaleza, eso sí. Ritmo narrativo La palabra ritmo la asociamos con el movimiento, a veces con la velocidad, por emplear términos de la física. En literatura, el ritmo narrativo hace referencia al avance de la narración. Diremos que existe ausencia de ritmo si no avanza la acción, es decir, si no sucede nada o casi nada. Es decir, un texto narrativo puede ser más moroso o más ágil. Pero es que, además, podemos distinguir dos clases de ritmo: el de las palabras, el de un párrafo o una escena, por ejemplo, o bien el de la estructura de la propia novela, con su ritmo interno de capítulos, pausas, analepsis o prolepsis, elipsis, etc. Si hablamos simplemente del ritmo de la narración, rápidamente salta a la vista de alguien habituado a leer que hay dos grandes categorías para analizar: narración y diálogos. Dicho de otro modo: lo que cuenta el narrador y las interacciones directas de los personajes. Si el narrador demora la acción mediante la descriptiva, sea del tipo que sea, se va a perder ritmo. La explicación es sencilla: la acción, es decir, la historia, no avanza, se estanca. Pero si solo hacemos hablar a los personajes, nos comemos toda la ambientación y el contexto narrativo, lo que suele llamarse brevemente “el escenario”. Si eliminamos el escenario se nos va la posible “atmósfera” que pueda crear el narrador. De modo que el ritmo narrativo el escritor lo impondrá combinando sabiamente narración y diálogos, buscando un equilibrio entre ambos. Es lo que suelen hacer los escritores más experimentados. Existe un método infalible para demorar la acción, describir por ejemplo escenas pasadas (analepsis literaria) con profusas descripciones de lo que sucedió en un lejano pasado. Con esta técnica se provocan evocaciones a través de tiempos verbales compuestos, del modo subjuntivo, etc. Este método nos llevará a la paralización (momentánea) de la acción. Lógicamente, se hace con el objetivo de comprender mejor las acciones posteriores de los personajes. A grandes rasgos, pues, el ritmo narrativo está íntimamente ligado a los tiempos y modos verbales. Solo con su concurso se acelera o ralentiza la acción tanto como destacan e impulsan la reflexión y la evocación de acontecimientos. Ritmo interno de la novela Por otro lado, la novela especialmente, como creación literaria, debe tener su propio ritmo narrativo. Y no solo por la escritura y utilización de los signos lingüísticos en sí mismos, sino por su propia composición y estructura. Es decir, en el mismo montaje de la novela, en la configuración de capítulos y secuencias es necesario también un ritmo. Las distintas unidades forman en sí una unidad de lectura. También una unidad de intenciones, sobre todo, una unidad rítmica en la forma de sucederse. Todo lo cual influye de forma determinante en el ritmo narrativo, o sea, en el ritmo emotivo de la narración. El uso adecuado de la elipsis Uno de los grandes trucos de los maestros de la narrativa consiste en utilizar esa figura literaria, la elipsis. Es evidente que en una narración no puede contarse todo. El escritor selecciona su material conforme al esquema que previamente ha elaborado en su mente. Por ejemplo, le interesa destacar los momentos de soledad e incomunicación de los personajes principales. Se centrará en eso y no en cómo se hacen una taza de café o en cómo caminan, etc… Otro autor, en cambio, seleccionará los momentos cotidianos, precisamente porque querrá destacar esos momentos. En este caso no querrá saber nada de los sentimientos de los personajes. Son, pues, diferentes enfoques. Sea cual sea el enfoque, el autor necesitará la elipsis para ahorrarse la narración de todo aquello que no entre en su esquema narrativo. Si es necesario concentrar el tiempo de un par de años en un pequeño párrafo, lo hará. Esta manipulación del tiempo creará un determinado ritmo narrativo. El lector deberá apreciarlo en toda su dimensión en el momento de la lectura. Fijémonos en una película. Un coche sale de un lugar y se dirige a otro. La secuencia no tiene por qué abarcar todo el trayecto (salvo casos especiales, claro está). Se ve al coche partir y se le ve llegar a un determinado destino, sin que veamos el trayecto intermedio. En eso consiste la elipsis, sea literaria o cinematográfica. En cambio, pensemos si en ese trayecto dos personajes hablan. Esa conversación puede ser decisiva para entender la historia narrada. Por tanto tendrá que tener su espacio y su tiempo, que se dilatará más o menos según las necesidades narrativas.

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